¿Por qué los adultos que son parte de la comunidad adoptiva necesitan preparación, acompañamiento y formación constante y especializada?

Es posible que tanto si eres parte de la comunidad adoptiva como si no, te has hayas planteado esta pregunta y tal vez tu respuesta haya sido “no necesitamos nada especial, si finalmente para ser papá/mamá, abuelo/a, tío/a biológico o no, no existe ningún libro de recetas y nadie te enseña a serlo”. 

La verdad es que esta respuesta es más compleja de lo que pudiera parecer. Primero, porque hoy en día sí existe muchísima información disponible que permite a los adultos, que están al cuidado de niños y niñas, ya sea a través de la adopción o la biología, prepararse para poder ejercer la crianza de manera respetuosa y consciente. Segundo, porque si hablamos de comunidad adoptiva, esta comunidad en particular sí se ve enfrentada a desafíos específicos importantes, los que, sin preparación ni herramientas, pueden llevar a sus miembros a pasar años intentando entender los comportamientos de sus hijos/as, sin lograr dar con las respuestas o tratando de aplicar estrategias y técnicas sacadas de manuales o información disponible, sin lograr finalmente ningún tipo de éxito. Y tercero, y lo que consideramos es lo más importante, sin esta formación voluntaria y consciente, se puede incluso hacer imposible para estos adultos empatizar y contener a los niños/as de la manera en que ellos/ellas necesitan.

Pero, ¿a qué desafíos nos referimos? ¿Establecer una diferencia entre familia adoptiva y biológica no es una forma de etiquetar o estigmatizar a los niños/as que han sido adoptados? ¿Por qué complejizar algo que es tan común y normal como el hecho de ser familia, independientemente de su origen?

Sin negar en absoluto las diferencias individuales, la literatura ha identificado particularidades, ciertas temáticas y/o problemáticas que, en niños/as que fueron adoptados es necesario atender con un mayor cuidado. Es por eso que, al relacionar ciertas características con niños/as y adolescentes que fueron adoptados, no estamos generando etiquetas; sino identificando puntos en común que nos permitan comprender el camino que ese niño o niña ha debido recorrer, tomando como punto de partida que la mayoría de ellos/as han visto vulnerados sus derechos desde muy temprana edad, principalmente el de crecer en familia y, en ese sentido, no han podido contar con un espacio seguro que estimule un desarrollo adecuado de sus dimensiones físicas, emocionales e intelectuales.

En este sentido, sabemos que un niño al nacer solo tiene entre el 22% y el 25% de su cerebro desarrollado, porcentaje que llegará al 65% en su tercer año de vida. Más sorprendente aún es que se ha demostrado que en su primer año, su cerebro crece en un 110% (Lecannelier, 2016). Esto significa que todas las experiencias que los niños vivan en estos primeros años de vida, influyen directamente en el 45% de su desarrollo cerebral. Aunque es cierto que estas experiencias están determinadas por muchos factores, desde distintas disciplinas se han realizado diversos estudios respecto a la importancia de las figuras significativas, figuras afectivas, o personas al cuidado, en el desarrollo de un niño. Y es aquí donde abordamos una de las primeras razones por las cuales las madres y padres deberían contar con formación.

Si entendemos que los adultos significativos para los niños son quienes proveen las primeras experiencias de confort, seguridad y estimulación, sabremos también que, dependiendo de cómo se relacionan los adultos con los niños, se modelará la estructura y organización cerebral de un niño, afectando así a todas las diferentes funciones, por lo que podemos concluir que no solo es importante, sino fundamental, que todos los niños cuenten con adultos sensibles, disponibles y dispuestos a dedicar tiempo y energía a ejercer un cuidado consciente y respetuoso que les permita a los niños desarrollarse de la mejor manera posible.

Por otra parte, en Chile, cuando un niño es gravemente vulnerado en sus derechos, el Estado tiene el deber de sacarlo del lugar donde están ocurriendo esas vulneraciones y reubicarlo en un espacio donde pueda ser cuidado temporalmente mientras se lleven a cabo las intervenciones necesarias para ofrecerle una alternativa permanente de restitución de derechos, idealmente en su familia de origen. Esta reubicación temporal puede ser en una familia de acogida externa o extensa, o en una institución administrada directamente por el estado o por privados acreditados para estos fines. 

Las consecuencias de esta institucionalización son muchas y pueden ser abordadas desde diferentes enfoques y medidas desde distintos impactos. Aquellos niños que han estado institucionalizados, son transgredidos en su desarrollo emocional, intelectual, verbal, social e incluso físico. Además, se debe considerar el tiempo en el que los niños se encuentran en esta situación. Si entendemos que las instituciones no son lugares aptos para el cuidado y desarrollo de los niños, mucho menos lo serán por prolongados periodos de tiempo. Sin embargo, sabemos que, en realidad, los niños pueden vivir en promedio 2,7 años (Martínez, 2010), en una residencia de cuidado alternativo. En este contexto, un estudio determinó que por cada tres meses de vida de forma institucionalizada, las niñas y los niños menores a tres años pierden un mes de su desarrollo cognitivo, afectivo y físico (Williamson, Greenberg, 2010). 

Por lo tanto, es evidente que –considerando que la mayoría de los niños que fueron adoptados pasaron por el sistema de protección chileno– debemos entender la importancia del desafío en cuanto a cómo nos preparamos para recibir en nuestra familia o comunidad a un niño que fue adoptado. Lo esperanzador de este proceso es interiorizar que el estar bien informados y educados nos permite a los adultos reparar. Y, en este proceso de reparación, les ofrecemos mejores oportunidades y herramientas a los niños.

No es una estigmatización, sino que es crear conciencia que tanto padres y madres, como profesionales de la salud, educadores de colegios, entre tantos otros actores de la comunidad, deben hacerse parte de estos procesos y ponerse a disposición de los niños y niñas, con un enfoque de derechos que los ponga a ellos en el centro de todo.

Pero, ¿cómo podemos educar a una comunidad que por años ha estado funcionando de forma solitaria y, muchas veces, desconectada de sus pares que han tenido vivencias similares? ¿Cómo podemos llegar a estas familias adoptivas y entregarles herramientas de calidad para que puedan/sepan contener a sus hijos/as? ¿Cómo podemos llegar a colegios y apoyar en la labor que esos educadores tendrán en la reparación de ese niño o niña?

Y acá es donde nace Nidal. Un proyecto trabajado en colaboración entre la Guía de Acompañamiento para Familias Adoptivas y la Fundación Apoyo Adopción, que busca brindar un espacio donde los distintos actores se puedan encontrar y formar lazos de apoyo; donde aprendamos a escuchar y atender necesidades; donde podamos poner a disposición material valioso y herramientas que les servirán en sus procesos de crianza; donde podamos entregar acompañamiento a las familias adoptivas; donde podamos crecer juntos con la mirada puesta en los niños y niñas que han sido adoptados en nuestro país, y que muchas veces se encuentran con adultos poco preparados para la tarea de la crianza.

Tenemos la certeza de que la adopción es solo una medida que determina el Estado para dar inicio a un proceso de reparación. Sin embargo, para que este sea efectivo, concreto y real, tiene que ser asumido activa y sensiblemente por el grupo familiar y la comunidad. Si una familia adoptiva asume su rol sin atender las necesidades propias que tiene su hijo, no sólo no podrá reparar sus derechos, sino que incluso podría volver a vulnerarlos. 

Por ello, conectar con ellos, atenderlos y entender sus necesidades afectivas, además de empatizar, conectar, priorizar, analizar y un largo etcétera de acciones deben ser considerados por la familia, en lo cotidiano y lo profundo, para poder tomar decisiones que siempre e indiscutiblemente velen por el interés superior del niño.

La invitación es a entender el cuidado y la crianza con enfoque de derechos y en comunidad. Estamos seguras de que será la única manera de enfrentarse a la crianza general, pero por sobre todo adoptiva, de manera respetuosa y responsable.

¡Bienvenidos/as entonces a Nidal! Formemos juntos esta comunidad.

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